ROMA
La lancha me dejó en el puerto de
Civitavecchia a 79 km
de Roma. Subí al tren que me dejo en la
estación Termini, en pleno centro. Hacía tiempo que no visitaba aquella ciudad
y no recordaba a quien podría pedirle ayuda para encontrar trabajo en la ciudad
eterna. Me encamine sin prisa hacia la Fontana de Trevi, y de pronto, al
cruzarme con un sacerdote ataviado con sotana, la luz se hizo. Recurriría a don
Camilo, el cura que me bautizo, me dio la comunión, me casó, y de descuidarse
un poco el que me enterrará. Don Camilo es algo canijo, con unos ojillos
saltones escondidos tras unas gafas redondas y con el grosor de las lentes
similar al culo de los vasos duralex. Sotana raída y mas parda que negra, con
algún lamparon a la altura del abdomen, que sobresale de forma prominente. Este cura de pueblo como a él gusta que le llamen,
dejo su parroquia de toda la vida a consecuencia de un encontronazo con el
alcalde, un legionario en la reserva que se empeño en que se cantara el “Novio
de la muerte” durante la consagración, cosa que a don Camilo no le desagradaba,
de no ser porque en la banda de guerra que tocaba dicha marcha se encontraban
dos legionarias, una tocaba el tambor y otra el Helicón. Aun se recuerda la imagen de aquel sacerdote
corriendo calle abajo con la sotana recogida y gritando “Esto es un sindiós,
legionarias en mi iglesia jamás”
Después de varias llamadas a Mamá
me entere que don Camilo ejercía de coadjutor en la Iglesia de María
Liberatrice a Monte Testaccio. No estaba
demasiado lejos del lugar pero decidí no apresurarme para llegar justo a la
hora del almuerzo, al que sin duda alguno seria invitado por la casualidad de
mi hora de llegada.
Don Camilo seguía siendo el mismo
de siempre, me recibió con el cariño que él suele derrochar y con una alegría
difícil de disimular. El disgusto me lo lleve yo que no me quedo otra que
invitarlo a comer en una trattoria de la vía Giovanni Branca, a escasos metros
de su iglesia, y donde me costó más le cerveza que los espaguetis (pensé que
aquel no era país para mi amigo Res). Ya en la sobremesa y después de varias
copas de Limoncello, que aquel cura juraba que las tomaba para que le ayudaran
con la digestión, me ofreció trabajo.
-Pirata a ti el mundo del turismo
siempre te gustó. ¿Qué te parecería trabajar en él? Precisamente tengo un amigo
que anda buscando gente con ganas de trabajar, con buena labia, facilidad para
los idiomas, don de gentes y ansias de superación.
Sin duda aquel era el trabajo que
yo necesitaba. Inmediatamente le dije que sí, que aceptaba sin ni siquiera
preguntar sueldo ni horario. Estaba
seguro que en un corto espacio de tiempo sería un gran empresario del mundo
turístico en roma, la ciudad eterna.
Recostado en la cama de aquella pensión,
a la que llegue recomendado por mi antiguo párroco, leía Il manifesto romano. Fue en ese momento
cuando me entere del tremendo desastre.
La noticia contaba que el buque crucero El Soberano al mando del Capitán
Res estaba encallado en la playa nudista de Vera. Conociendo a Res yo sabía que
si se aproximó a la costa seria confundiendo algún pecho femenino de tamaño
XXXL con alguna boya de señales. Pero no
dejaba de preocuparme el incidente y pensando en ello me quede dormido.
A la tempranísima hora de las 10
de la mañana ya estaba yo desayunado y en la puerta del impresionante coliseo
romano esperando las órdenes para comenzar mi nuevo trabajo.
No voy a contar, por no
cansarles, lo que paso por mi mente cuando me dieron el traje de gladiador.
Si, es lo que ustedes piensan, el
laboro consistía en vestirme de gladiador y fotografiarme con los turistas que
acudían a visitar el monumento. Que
trago más duro para alguien que fue mano derecha del Elegante. Otra vez me veía
igual que en la estación de Atocha cuando aquellos hermanos de La Gadita vieron
cumplida su venganza.
Así pase casi un mes entre guiris
y fotos para todos los gustos. Estaba ya
decidido a tirar mi brillante carrera por la borda cuando se me acerco un tipo
con acento árabe que me entrego una carta. A la sombra de aquellas piedras
milenarias abrí dicha carta que así decía:
Estimado pirata:
Espero que al recibo de esta
estés bien, yo bien a Dios gracias.
Te abras enterado por la prensa
del pequeño incidente con “El soberano”, (no te preocupes que con una mano
pintura está solucionado) yo por miedo a las represalias salí del barco en un
salvavidas y he logrado esconderme hasta la fecha. Ahora mismo estoy en Sevilla
donde he conocido a una trianera de carácter fuerte que está empeñada en
arañarme hacia arriba sin en una semana no me caso con ella. Yo te juro que
Pirata que no era mi intención enamorarla, aunque la chica bien merece
enamorarme, pero ya sabes que en cosas del corazón nadie manda.
Necesito tu ayuda para salir de
esta. También he mandado un wassap (al cual aún no ha respondido) a don
Elegante por si él puede hacer algo.
No tardes Pirata que esto es muy
serio.
Res
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Sin dudarlo me encamine hacia la
estación, ante una cosa así no se puede dejar tirado a un amigo.
Jajajajajaj, muuyy bueno.
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