jueves, 13 de diciembre de 2018

No te conozco

Frente al espejo miraba a un tipo que me resultaba familiar. ¿Quién era? Posiblemente le conociera de tiempos pasados, también pudiera ser que no le conociese de nada.
Necesitaba un café, pero tendría que esperar hasta terminar con la liturgia diaria del afeitado. 
Mientras frotaba la brocha con la barra de jabón tuve la sensación de que algo me faltaba, algo seguramente prescindible ya que me sentía eufórico. Me enfrentaba al nuevo dia sin aquel bocado en la boca del estómago  que desde hacía tres años me producía un tremendo malestar. Aquella sensación tan desagradable que me impedía pensar con claridad, me ataba a algo que quería olvidar y lastraba mi vida con el peso de la nostalgia y la rabia.
Supongo que fue algo parecido a una sonrisa lo que vi el la boca de aquel tipo que se afeitaba frente a mi. 
¿De que te ries?  le pregunté. No me respondió, continuó lentamente dándose jabón en la cara como si nada fuera con él, como si solo hubiera sido un espectador silencioso en la platea de un teatro de repertorio. Y al fijarme en sus ojos, hoy vivos, recordé el motivo de aquel bocado en la boca del estomago.
Desde que tengo uso de razón lleve las riendas de mi vida, controlaba las situaciones con aplomo y seguridad, manejaba la palabra y la sonrisa con maestría, también mi mal genio, los resultados siempre según lo previsto. Pero aquel día fatídico  las cosas cambiaron y las riendas empezó a llevarlas ella. Ella la que me quería con delirio y me odiaba con saña. Ella, que me subía a los cielos y desde allí me tiraba a los más profundo del infierno. Año y medio de subidas y bajadas constantes, sin previo aviso y con motivos infundados. Las heridas no sanaban, me desangraba por momentos, perdí mi dignidad, perdí mi confianza, y entendí al perro que aun lame la mano del amo después de pegarle. Toque fondo, me di cuenta de que el infierno ya no tenia mas sótanos, que estaba en el más profundo de todos. 
Un “ aquí te quedas” fue suficiente, diría que excesivo, innecesario, ni siquiera merecía esas palabras,  Palabras que hasta ayer aún resonaban en mi cabeza. 
El tipo del espejo hizo una mueca de dolor y vi que un hilito de sangre le corría bajo la nariz. Debiera de estar más atento a la cuchilla de afeitar y menos a mis recuerdos, pensé.
Estos recuerdos ya no me pesaban, entonces entone la canción de Sabina, “ Ni tu eras para tanto ni yo soy para ti”.
Me sentía libre de nuevo, libre para ilusionarme, libre para continuar con mi vida, libre para soñar, para lucir palmito, para acercarme a mujeres  sinceras y francas sin tener que comparar. 
Libre para poder torcer el cuello y contemplar aquellos ojos negros, que al  contrario del poema no son de mal agüero, y si, si ire a verlos compañero.
Ojos negros a los que no pondré trabas, ojos negros que dejaré que me sorprendan.
El tipo del espejo reía, esta vez a carcajadas, se reia de mi. Y entonces lo reconocí por el perfume del aftershave que se frotaba en la cara. 
-Me alegra volver a verte Pepe Lobo, le dije.
-Déjate de pamplinas Resi  y vamos a por ese par de ojos negros, bien merecen que tu yo nos olvidemos de antiguas rencillas y volvamos a ser lo que siempre fuimos, uno solo.

-Pepe Lobo-