sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo II- Gente rara. (Por Elegante)

Decidí comprarme la casa de Túnez…para huir del mundanal ruido, de los agobios de mi desbocada vida social y sobre todo de los acreedores que no contentos con que los eligiera a ellos para consumir sus productos, encima pretendían cobrar. !Desagradecidos los ha habido siempre!… y sitios donde esconderse, más. ¡Túnez era ideal!
La casa era un antiguo y discreto palacete árabe con arcos de herradura y un patio interior donde una moruna fuente daba el frescor necesario a esas latitudes y al que ayudaba con un Panasonic de 25.000 frigorías, por si las moscas. Y es que ese es el problema de Túnez… las moscas que ustedes ya saben lo que son…dípteros bien del genero Callifora, Lucillia.. o Drosophila? Qui lo sá … y si lo sá no hace falta que me lo diga que no necesito saberlo.  Los naranjos y diversas plantas florecían junto al estanque donde los nenúfares mostraban el estatus de vida que un caballero debe tener. Me explico: Yo tengo de esto…y tú no.
Ammed, mi criado (hombre enigmático y silencioso) era mi única compañía, además de Azoraida…una bailarina de BelliDance  (danza de los siete velos) a la que trataba de redimir de su azarosa vida…a base de paciencia y de mucho cariño…siguiendo la tradición de los Montealto y sus proverbiales obras de beneficencia. Baste recordar a mi tio abuelo Sisebuto, que se pasó cuatro meses encerrado en una casa de lenocinio (vulgo:casa de putas) con la intención inequívoca de redimirlas. Lástima de su muerte horrible por Sifilis, seguramente contaminado por las aguas de algún rio.  Con Azoraida ya había logrado que sólo se quitara en público seis de los siete velos, lo que suponía un avance notorio del que me sentía muy orgulloso.
La campana de la puerta delató que alguien llamaba a …”la campana”… y tras Ammed entraron en el salón donde yo oía el Réquiem de Mozart ataviado de mi Chilaba de Armani mientras fumaba hojas de Te seco,  dos individuos y un pequeño perro al que llamaban Sultán, que me pareció de una fealdad digna de ser resaltada…así mismo…antipático, peligroso y guarro hasta la saciedad pues lo primero que hizo fue orinar en el baúl de madera del Líbano para después y desde la esquina, ladrarme con enquina.
Enseguida reconocí al otro animal… era Res. Éste otro, racional a veces. Su enorme estatura y el colmillo de acero… lo delataban. Se encargaba de las excavaciones ilegales que llevaba a cargo en la zona tratando de sacar tajada de la desidia del gobierno y de la riqueza de ruinas milenarias. Res iba acompañado por un individuo del que enseguida me di cuenta de dos cosas: llevaba una pata de palo que dejaba marcada en mi alfombra Persa…y guardaba debajo de la chaqueta un candelabro de plata que había cogido del mueble de la entrada y que a duras penas podía disimular. No había visto tanta “jeta” desde que mi caballo “careto” pasó las paperas. ¡Era ElPiratacojo! ¡!Podía no haberlo sido…pero lo era!!. Eso significaba que a mis cuitas y problemas varios se sumarían unos cientos más a lo largo del año, aunque entonces yo no lo sabía.
Res: Este es un compatriota en apuros…D.Ele…y busca trabajo.
Elegante: ¿Podría ser Res, que tu perro dejara de comerme el tobillo? ¡Es para poder pensar con claridad!
Res: Se cansa enseguida, D.Ele… como es pequeño y sus huesos están tan a la vista ¡ya sabe!. Por cierto D.Ele.. Esa música que oye usted…! Es mala! Tiene algo de Tako?
Elegante: Tacos lo que se dice Tacos… si puedo soltar alguno como no agarre usted al canino éste que ya se ha comido media babucha aunque la culpa sea mía por tener huesos.
Por cierto… ¿Que sabe hacer su amigo?
ElPirata: verá, D.Ele.. Yo hago un poco de todo. Desde el blanqueo de áticos y fachadas hasta la exportación de hierbas y plantas medicinales…sólo necesito un barco con que poder llevar a la Patria el Té del Porkistán, ve? (Mientras me enseñaba unas hierbas que sacaba del bolsillo). ¡Negocio seguro!.
Elegante: Y dígame Pirata Porkis tan parecido a la Marigüana esto?
Pirata: don Ele, yo le aseguro a usted que es Té del Porkistan y que para lo que se use ya no es problema nuestro. Si tuviera un barquito podría descargar unos fardos a la altura de Garrucha en secreto, para ahorrarnos el IVA, claro…
Elegante; Ya! Ya sabía yo a lo que… IVA. Bueno… yo fleto un barco aunque no excesivamente bueno…pues mi economía está resentida y lo que transporte ya es cuestión suya. Con que flote será  suficiente y me llevaré el 60% de los beneficios, vale? Ah y Res sepa usted que  ¡! La música no es mala!! Y no tengo a Tako. No.

Ambos abandonaron la estancia hablando por lo bajini y mascullando improperios seguidos del cánido que nuevamente decidió orinar esta vez sobre el Laúd de Palosanto que con tanto amor me regalara la tía Eduvigis antes de suicidarse clavándose la peineta en el corazón, al enterarse de que su marido Alfonso Luís había regalado a la señorita de vida dudosa Lola Martinez la finca de la Cercedilla. Nunca entenderé porque tenían dudas sobre su vida.. cuando todo el mundo sabía que era puta.
Ammed se dirigió a mi para decirme: amigo señorito.. llevar candelabro. Amigo señorito ser jeta.
Lo sé, Ammed, lo sé.. Llevaré cuidado con él. ¡Gente rara!, Ammed…gente rara.

Elegante. (en Tunez)

Capítulo I- Los comienzos (Por Pirata)

Allí estaba con el petate al hombro frente a los baños árabes. Justo  en el centro de Túnez, capital de la República Tunecina.


El viaje empezó en las costas de Sicilia,  dos semanas antes.
En el puerto de Siracusa yo regentaba una taberna a la antigua usanza. Una taberna portuaria en la que los clientes bebían y se jugaban sus pagas y sus vidas. La torre de Babel no debería de ser muy diferente a aquello; se juraba en todos los idiomas conocidos. Gentes de muy distintos lugares que solo les unía su fobia a la ley.
Yo vivía y dejaba vivir. Los ingresos eran suficientes, mi economía era holgada, y ya no pasaba las noches en vela en el puente pendiente del radar. Aunque añoraba aquellas noches de acecho a una posible presa fácil a la que saquear.
Todo marchaba bien hasta que entró en el local aquella mujer (mala puñalá le den).
Resultó ser la mujer del práctico del puerto, un hombre rudo y con amistades más que peligrosas, que me obligaron una noche de verano a salir por la ventana sin más equipaje en el petate que dos mudas,  un cartón de Chesterfield,  mi zippo y la navaja multiusos.
No salí corriendo por miedo, no, Salí corriendo por tener en gran aprecio mis atributos masculinos, que el práctico, a voz en grito, pregonaba que se los daría de comer a los marrajos. Y no le tengo yo tanto cariño a esos escualos como para dejarme pillar.
Casi 24 horas pase escondido en el eje trasero de un trailer. No sabía dónde me llevaría aquel ferry. Sólo sabía que tenía que salir de Sicilia a toda costa. Aunque a las dos horas de camino recordé que no le había pedido el teléfono a la morena y me dieron ganas de volver. Pero ya estaba hecho, no había vuelta a atrás.
El miedo a ser descubierto al desembarcar el camión pronto se calmó.
No me descubrieron, y es que después me di cuenta de que el método de entrada que yo utilizaba es el que normalmente se utiliza para salir, Por lo tanto nadie podría imaginar que un loco como yo decidiera entra en Túnez de aquella manera..
En cuanto el camión hizo una parada, salté del eje y, sacudiéndome el polvo, me acerqué a un paisano,  con rasgos árabes, que por allí andaba. Él fue el que me explicó dónde estaba. Me dijo que podría acercarme a la ciudad en su vehículo. El fulano se dedicaba al negocio de los dátiles y se disponía a llevar un cargamento al zoco.
Yo me puse muy contento por no tener que caminar e ir cómodamente sentado en la cabina de su camión.
El vehículo en cuestión resultó ser una mobilette del año 84. y el cargamento, una caja atada con cuerdas a la parte posterior. Para consolarme pensé que aquella motocicleta no dejaba de ser un camión ligero. A su imaginación el cuadro: el paisano delante, yo, detrás, con el petate y la caja de los dátiles en las rodillas, a una velocidad de vértigo.
Bien creí que de aquélla o me mataba o nos detenían por conducción temeraria.
Cuando llegamos a la medina ,y después de besar el suelo, me indicó el transportista dónde estaban los baños, para poder asearme y  cambiarme de ropa.
Me encontraba frente a los baños, muy cerca del alminar de la mezquita, en pleno centro de Túnez, escuchando la llamada a la oración de medio día que hace el Al-Muaddin.
De pronto escucho una voz tras de mí :
-Hay que ser tonto del culo para venir a estos baños
Aquel tipo mediría unos dos metros; fuerte, con cara de pocos amigos. En aquel hombre todo era grande. Todo menos un perro canijo que no dejaba de ladrar y de intentar morderme el bajo de los pantalones.
-¡Sultán, deja de molestar al pipiolo!, gritó
El perro, con un último gruñido, me avisó de que obedecía a su amo pero que yo no le caía nada bien.
-Sígueme. Me llamo Res


Mientras caminábamos por el interior del zoco me explicaba que aquel país estaba sin gobierno. El actual era un gobierno provisional y que a las próximas elecciones se presentaba 107 partidos. Que estaban como moro sin rey. Y que derogar aquella ley del Corán por la cual a los ladrones se les cortaba la mano izquierda había sido un gran error.
Cruzamos la medina a la carrera. La plaza donde del gobierno se encontraba rodeada de alambre de espino y la presencia militar y policial era muy fuerte.

Por fin entramos en unos baños mucho mejor cuidados que los anteriores. Dentro de la piscina de agua templada, mientras degustábamos un té que me supo a gloria, me contó que era de un pueblo cercano a Valencia, y que se dedicaba a la arqueología, aunque su mayor interés eran las monedas, romanas para más señas. Y allí, en las ruinas de Cartago, es posible que aún quedara alguna por encontrar.

La expedición estaba subvencionada por don Eliades Montealto, alias el Elegante,
Un potentado español que hizo su fortuna con el ladrillo y que ante la falta de posibilidades en España se trasladó a Sidi Bu Said con la intención de comprar Cartago (patria de Almircar Barca y de su hijo Aníbal) para montar un parque temático que le hiciera sombra a la Disney.
Se ofreció  para presentarme al Elegante; quizá él pudiera darme trabajo.
Decidimos ir en su busca, pero al ir a por nuestra ropa (la habíamos dejado al cuidado de Sultán)  nos llevamos una desagradable sorpresa.
El perro dormía plácidamente y en lugar de nuestras ropas sólo encontramos el sitio vacío.
Los baños cerraban y nosotros en pelota picada.



ElPiratacojo