sábado, 1 de octubre de 2011

Capítulo III- Eliades Montealto (Por Pirata)

Fueron cinco días, que prefiero no recordar, los que pasamos en aquella cárcel.
Fuimos acusados de escándalo público, y ese delito en un país árabe por muy europeizado que esté, suele ser de una gravedad extrema. Nada más ser detenidos creí entender que la pena sería cortar algo de nuestra anatomía.   Durante el cautiverio no dejé de preguntarme quién sería la dama que me echara maldición de quedarme sin atributos.
Pudimos salir gracias a las negociaciones de Res con uno de nuestros carceleros, aficionado a la música, al que prometió darle el disco completo del grupo “Calle 13” para que lo utilizase en sus sesiones interrogatorios. Siendo el mayor de los martirios una canción llamada “La Perla”. Ante ella nadie podía resistirse a contar lo que sabía y lo que no sabía.
Ataviados con chilabas del país, para poder pasar desapercibidos entre los lugareños, subimos a un autobús que nos dejó a diez minutos a pie de la residencia de don Eliadies (en adelante “El Elegante”) La finca en cuestión estaba rodeada de altos muros  donde se divisaban hombres armados. La entrada era algo discreta. La puerta con un arco de herradura era impresiónate. La madera supuse que sería de   caoba. Me agrado el gusto de aquel hombre. Sobre todo el cartel de neón  sobre la puerta que decía:




Se notaba que era un hombre de buen gusto y de una humildad extraordinaria.
Nos recibió su hombre de confianza. Se presentó con el nombre de Ammed, de carácter tosco y de pocas palabras. Yo, al contrario que Res, no me sentía nada cómodo en el interior de aquella casa. Así que al entrar vi sobre una mesa de palo santo un candelabro de plata, que rápidamente escondí bajo la chilaba, por si era necesario usarlo como arma defensiva.
No me gustó la mirada de aquella mujer que me vio coger el candelabro. La mujer, escondida tras unos velos, me recordó a las bailarinas del ballet de don Lurio que tanta fama tuvo a mediados de los años 70.
Fuimos presentados a El Elegante en un salón forrado de alfombras y de muebles caros. Res y el hablaron de negocios, de los cuales yo no me entere muy bien, Ya que miraba a Sultán, que conocedor de aquella casa, se dedico con afán a aliviar sus esfínteres en cuantos muebles veía.
A la salida comenté con Res que el Té de Porkistan solo fue un cebo para conseguir el barco.
Estaba seguro que encontraría otra mercancía más apreciada en Túnez y que nos diera dinero más rápidamente.
En el camino hacia Sidi bu Said mi cabeza no dejó de pensar en que podría traer a este país.
Nada más llegar a aquel pueblo de casas blancas y ventanas azules (la meca para los blanqueadores) cambié el candelabro de plata (que por olvido aún llevaba encima) por un teléfono móvil para llamar a un amigo que seguro me ayudaría.
El nombre del amigo era Jaime de Molas.  Apodado el Florista por su afición a las rosas y por poseer un invernaderos de las mismas en un lugar desconocido al norte de Madrid.
Un superviviente a todos los gobiernos desde don Aniceto Alcalá Zamora. Se comenta en algunos círculos que con el Generalísimo jugaba al Tute todos los miércoles a la hora de la merienda. Fue el diseñador de la bodeguilla en Moncloa con Felipe, con Aznar hablaba catalán en la intimidad y con ZP es asesor personal de economía e imagen. Como verán un tipo acostumbrado a la política de pasillos y que sin duda alguna tendría algún negocio entre manos para poder hacer el bussines.
Al cuarto toque se escucho una voz al otro lado:

-Dígame
Pirata: Florista soy Pirata, escúchame.
Florista: Supongo que me llamas para abonarme la factura de los 65 ramos de flores que ordenaste enviarle a la Nórdica.
Pirata:   No, para eso no. Ya te pagaré cuando le enviemos los próximos 25. Que creo que con ese número sin duda alguna caerá rendida a mis pies.

Conseguí explicarle, entre amenaza y amenaza, el plan previsto para importar mercaderías caras desde nuestro país.
Me dijo que estaba dispuesto a ayudarme, pero que si perdía un solo euro me acordaría de él.
Así que me citó en Cadiz   para el próximo viernes a la noche en el lugar acostumbrado Y colgó sin dejarme replicar.
Un grito de terror se me escapo. ¿Por qué Cadiz?  ¿Por qué?  Con tantas ciudades en el mundo y tenía que ser Cadiz.


Dios líbrame de la Gaditana, que de la Guardia Civil ya me libro yo.




-ElPirataCojo-


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